10 REFLEXIONES DE JESÚS BLASCO DE AVELLANEDA

Fotografía de Jesús Blasco de Avellaneda. Distribuida por Reuters y que fue premiada como ‘Foto del año 2014’ por el diario El Mundo

1. En el pasado se consideraba imprescindible pertenecer a una de las grandes agencias para poder ser fotoperiodista de prestigio y poder publicar tus fotografías y actualmente creo que esto no ha cambiado mucho. Cuesta mucho llegar a los grandes medios, publicar con asiduidad y darte a conocer, y las agencias cumplen ese papel por ti. Yo con 19 años ya había sido portada de El País como freelance y a lo largo de mi carrera ‘en solitario’ he publicado grandes fotos en grandes medios españoles, pero hasta que no empecé a publicar con AP y AFP no empecé a hacer portadas dentro y fuera de España y no empecé a darme a conocer en los foros fotoperiodísticos.

Hasta que no empecé a publicar con asiduidad con Reuters no empecé a ganarme el respeto de los compañeros y comencé a atesorar premios y portadas. No es imprescindible pertenecer a una gran agencia para ser un fotoperiodista de prestigio pero sí es importante trabajar con ellas para darte a conocer y para que tus fotos lleguen a más lugares. Un medio te puede abrir sus puertas pero una gran agencia te abre las puertas de muchos medios.

2. El cambio en la forma de trabajar tras la aparición de los equipos fotográficos digitales es brutal. Perder el encanto del revelado a mí me costó muchísimo y, aunque lo digital es más rápido y más inmediato, si es cierto que para tener equipos buenos equiparables a los quipos decentes analógicos, el desembolso es muy considerable. Para un freelance la era digital supone una gran apuesta económica si quieres marcar diferencias y supone competir con los miles de photowalkers y periodistas ciudadanos surgidos al calor de la era digital.

3. Hablando sobre los cambios que ha ocasionado la aparición de los smartphones en mi manera de trabajar, toda revolución o novedad supone una apuesta económica muy grande. En el mundo de los freelance están los que se hipotecan hasta las cejas para estar a la última, los menos, y los que intentamos poco a poco ir evolucionando sin arriesgar demasiado el pan de nuestros hijos. Por eso, igual que me pasó con las cámaras digitales, los smartphones tardaron en entrar en mi rutina de trabajo. 

Pero, evidentemente, una vez que llegaron han supuesto más inmediatez, más dinamismo y una herramienta más que puede hacer las veces de teléfono, de ordenador y de cámara a la vez y que en situaciones complicadas aportan muchísimo. Por ejemplo, poder grabar vídeo o hacer fotos en lugares prohibidos o donde es imposible acceder con los equipos profesionales; poder grabar conversaciones de voz sin que nadie lo note; poder conectar al instante con varias agencias y medios y ofrecer imágenes desde el lugar del suceso aunque no haya cobertura telefónica, esas cosas no tienen precio.

4. No creo que el smartphone pueda acabar con la profesión de fotoperiodista tal y como la conocemos hoy, sino que lo considero más bien un aliado. Todo evoluciona y siempre que las cosas aporten algo es positivo. Otra cosa es que degeneren, pero no lo creo. Ya no vamos con sombreros de ala ancha y enchaquetados, tampoco revelamos en cuartos oscuros y míranos, aquí estamos.

Que haya cada vez cámaras pequeñas, ocultas, discretas que tengan cada vez mayor calidad y que tengan la posibilidad de conectarse a redes, de enviar de forma inmediata, de editar… ¡Es genial! Yo trabajo mucho en frontera, en zonas difíciles y he usado cámaras ocultas, cámaras tipo GoPro, compactas e incluso el móvil en muchas ocasiones.

Tengo imágenes tomadas con el teléfono distribuidas por AFP o Reuters y vídeos publicados por grandes canales de televisión. Son una herramienta útil que nos da un punto más, un apoyo con el que poder contar en casos puntuales. Los que temen al progreso es porque se han estancado en el pasado o porque no arriesgan mucho para ganarse el pan.

Yo tengo por seguro que nadie con un teléfono móvil puede dar el mismo trabajo que yo porque si voy a los campamentos donde trafican con mujeres en el norte de África estoy yo sólo, no hay nadie más allí con un móvil allí; y si me sorprenden unas protestas en una capital magrebí sé que mi instinto periodístico, mi estilo personal, mis contactos y mi bagaje me deben dar un plus sobre cualquiera que esté tomando imágenes en ese momento sin ser profesional.

5. En cuanto a los problemas con los derechos de autor de las imágenes, cuando una imagen mía llega a las redes sociales es porque ya ha sido publicada o distribuida, porque ya ha salido de mí y ya no la controlo. Ya no es mi propiedad, es información y la información fluye y es difícil contenerla. No me preocupo demasiado de si utilizan mis imágenes más o menos.

Siempre que no sea con ánimo de lucro o queriendo hacer daño no me importa demasiado que mis fotos vuelen por el mundo. Por supuesto que si me entero de que las usan para causar daño a alguien o algún colectivo, lo denuncio. Y si soy consciente de que un medio profesional las usa con ánimo de lucro pues reclamo mis derechos, pero no es lo habitual.

6. El valor que aporta el fotoperiodista, en la cadena de valor o ecosistema del fotoperiodista actual, es todo. Sin fotoperiodista no hay fotoperiodismo. Por más importancia que tenga el acontecimiento y por más importancia que tenga el proceso, siempre tiene que haber alguien que apriete el disparador en el momento preciso.

Hace poco me dieron el Tercer Premio en el Premio Nacional de Fotoperiodismo 2015 por una imagen que tomé en un salto de inmigrantes en la valla de Melilla. Al enterarme escribí a Reuters y les di las gracias por confiar en mí y distribuir la foto; llamé a mis compañeros y les di las gracias por estar a mi lado por asesorarme con las imágenes, por enseñarme a editar; fui corriendo a ver a los inmigrantes subsaharianos del Centro de Inmigrantes de Melilla para agradecerles permitirme disfrutar de ese momento y para hacerles ver que sin ellos yo no habría podido hacer la foto. Fui dando las gracias a todo el mundo por la imagen y por el premio y entonces, me escribió Paul Hanna, que en esto del fotoperiodismo es perro viejo, y me dijo: “El momento, la edición, la distribución, las publicaciones, no servirían de nada si la foto no estuviera”. Y así es.

7. En relación al llamado “periodismo ciudadano”, este ha evolucionado y aumentado y eso no ha quitado puestos de trabajo ni ha ensalzado a ingenuos con móviles ni menospreciado a fotoperiodistas profesionales. Creo que podemos seguir viviendo en paz y armonía. El que demanda calidad, el que demanda información y el que demanda periodismo sabe dónde está y el que demanda inmediatez, cotilleo y foros donde opinar y aportar también; e incluso hay muchos medios digitales en donde se pueden hacer ambas cosas.

Creo que el periodismo ciudadano lleva teniendo presencia y cobrando importancia desde hace unos 15 años y que seguirá evolucionando y puede que cobre mayor importancia o no. Tiene su target y es importante que exista. La implicación de la ciudadanía en la información es la que nos hace a nosotros llegar a fin de mes.

8. En lo relativo a los cambios que puede sufrir el ecosistema del fotoperiodismo en los próximos años, creo que a peor no podemos ir. Si cada vez más gente tiene acceso a publicar en los medios, cada vez se paga peor una imagen, cada vez cuesta menos tener un equipo fotográfico pero más tener y mantener uno profesional y de calidad, cada vez cuenta más la inmediatez y la rapidez pero menos la calidad, cada vez importa más la noticia pero menos la persona… los cambios no sé cuáles serán, pero sí sé que serán a peor y que nos costará cada vez más vivir de esto.

El romanticismo del fotoperiodista se está perdiendo y muchas veces nos demandan tanta efectividad y tenemos que dispersarnos tanto para poder ganar algo de dinero que no logramos profundizar, no logramos empatizar, algo indispensable en el fotoperiodismo, y nos convertimos en mercenarios de la información.

Yo tengo claro que tengo una familia y vivo exclusivamente del periodismo. Y esto no voy a poder mantenerlo muchos años porque con 30 años puedes estar tirado en un monte a la intemperie toda una noche para conseguir una foto, viajar una semana lejos de tu familia o correr delante de la policía…Pero con 50 no, o al menos no deberías.

9. La evolución que tendrá en los próximos años la profesión de fotoperiodista la estamos viendo ya: fotoperiodistas que además de hacer fotos escriben, producen, hacen de fixer, editan, bloguean, hacen vídeo, exponen, realizan fotografía documental, dan talleres, charlas e incluso se dedican a bodas, bautizos y comuniones. Cada vez tendremos mejores equipos y llegaremos a más gente pero profundizaremos menos y empatizaremos menos para poder sobrevivir porque tendremos más diversidad de trabajo, peor remunerado y menos protegido. 

10. No creo que la evolución del fotoperiodismo dependa tanto de las nuevas tecnologías. Evolución tecnológica ha habido, hay y habrá siempre. Esto es lógico y natural y no condiciona tanto la evolución del fotoperiodismo como la falta de trabajo, la falta de protección del fotoperiodista y de su obra, la precariedad laboral o la falta de medios económicos.

Estamos consiguiendo que la imagen del fotoperiodismo sea la del estereotipo de chico joven, arriesgado, casi insensato, bohemio, que sobrevive como puede, que expone mucho y evoluciona poco y que se pasa el día currando, apenas duerme y fuma y bebe para aliviar las penas. Es muy difícil ser freelance, pero cada vez nos lo están poniendo peor. Hay que dar importancia a las imágenes, demandarlas, remunerarlas como se merecen y en tiempo. Luego es cierto que con los avances tecnológicos se tiende a mayor calidad en equipos más pequeños, pues estupendo, eso que ganamos todos. Pero de nada servirá si nos cargamos a los fotoperiodistas porque les matamos de hambre.

JESÚS BLASCO DE AVELLANEDA

Fotografía de Ángel López Soto

Fotografía de Ángel López Soto

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